- oro -
Cuando a los catorce años emergió a la superficie, Isauro Badachi no recordaba ya el sol, y le pareció una singular concentración de reflejos dorados sin mayor relevancia. Había pasado nueve años en las tripas de una mina de oro de Suriname, reptando por las grietas de las vetas para decidir si era provechoso continuar picando en cada dirección, hasta que su cuerpo adolescente fue demasiado grande para la labor y fue despedido y reemplazado.
La piel de Isauro había crecido en contacto con el oro, lo que, unido a su palidez subterránea y sus ojos casi blancos, le había conferido el aspecto de una criatura del fondo oceánico.
No obstante, lo más extraordinario de Isauro era su aliento: Tras nueve años respirando día y noche dentro de la mina, con cada bocanada Isauro exhalaba polvo de oro. Producía una cascada centelleante que caía pulverizada sobre su torso y titilaba con su movimiento. Sus dientes, naturalmente, destellaban con una miríada de brillos dorados, lo que, unido a su inusual aliento, le valió el apodo de Isauro Dragón que le acompañaría siempre.
La vida de Isauro, portentosa en todos los aspectos, ya ha sido suficientemente descrita en biografías y enciclopedias, y no es intención de esta breve reseña más que enmendar cierta imprecisión, importante sin embargo, relativa al final de sus días.
Es cierto que Isauro Badachi sufrió toda su vida de lo que retrospectivamente se diagnosticó como neumonitis química producida por inhalación de oro, pero no así que esta enfermedad causara su muerte en 1899. Muy al contrario, la realidad es que Isauro, asediado por los cazadores de talentos de los circos latinoamericanos, fingió espectacularmente su propia muerte estrangulando y espolvoreando de oro a un albino tuberculoso, tras lo cual escapó discretamente en un carguero de bandera panameña.

Cruzó así el Océano Pacífico y se instaló en una pequeña comunidad de la Micronesia, cuya ubicación exacta no se ha de desvelar, donde sucedieron dos hechos importantes:
En primer lugar, descubrió las pompas de jabón. Con su aliento áureo, Isauro comenzó a fabricar las burbujas doradas más extraordinarias, auténticos mosaicos de oro, tan cambiantes como efímeros, con el único propósito de divertir a los niños de la comunidad.
Y en segundo lugar, pese a su mala salud respiratoria, el contenido de oro en las células de Isauro le confirió una inexplicable longevidad.
Gracias a esto, a la fecha actual Isauro Dragón Badachi cuenta con ciento treinta y nueve años de edad y, salvando una impresionante y explosiva tos dorada que regocija enormemente a los isleños, se puede afirmar que goza de una salud excelente.
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