04 mayo 2016

- el primo Samuel -

Durante treinta y seis años recibimos sus postales con periodicidad irregular, desde los lugares más dispares del mundo: Cracovia, Buenos Aires, Phnom Penh, Ciudad del Cabo, Anchorage, Ulán Bator, Perth, Monrovia, Papeete, Belmopán.

Cada postal provenía de un lugar distinto, e iba dirigida a un nombre diferente. Siempre firmaba: "Tu primo que te quiere, Samuel", aunque no teníamos ningún familiar llamado así. En casa se convirtió en una broma común ("te mueves más que el primo Samuel", "el primo Samuel decía lo mismo").

"Querida Marta: Atenas es molesta como unos calcetines húmedos. Buscando paz en el Ágora me han robado el sombrero. ¿Puedes imaginarlo? Cuídate mucho. Tu primo que te quiere, Samuel".

Nadie sabía quién era el primo Samuel ni por qué escribía a mi casa, y con el tiempo todos fueron perdiendo interés. Yo guardaba las postales en fundas de plástico para que no se estropeasen, y a los catorce años colgué un mapa del mundo en mi habitación, sobre el que marcaba con chinchetas de colores los lugares desde donde escribía el primo Samuel: Azules si la postal era triste, rojas si era divertida, amarillas si era intelectual, y verdes en los demás casos. Observaba el mapa durante horas, intentando adivinar el siguiente paso del primo Samuel, pero su itinerario parecía errático.

"Querida Irene: He pasado la tarde jugando a espantar palomas en Tucumán. Les echaba pan para que se acercaran, daba palmadas, huían revoloteando, y vuelta a empezar. Una señora peripuesta me miraba hoscamente. Qué animal asustadizo y bobalicón, la paloma (y la señora peripuesta). Tu primo que te quiere, Samuel".


El primo Samuel me contagió el anhelo de viajar. Estudiaba el atlas cuidadosamente, leía libros de Antropología, coleccionaba guías turísticas de países donde no había estado. Puedo decir que el primo Samuel influyó en mi vida de dos maneras: Por él estudié Geografía, y a causa de él planificaba mis vacaciones observando el mapa de colores.

"Querida Eva: He querido verificar si es cierto que se juega al bádminton en Dejima, pero mis investigaciones no han sido concluyentes. Encuentro los antiguos puestos holandeses muy interesantes. Hay muchas mujeres hermosas. Tu primo que te quiere, Samuel".

Escribí una larga lista de rasgos que había descubierto sobre el primo Samuel a partir de sus postales. Brevemente, hablaba al menos seis idiomas, nunca se casó, pasó por dos fases vegetarianas y una cashrut, dejó de llevar sombrero en 1987, era bastante mujeriego, cantaba muy mal pero bailaba decentemente, y probablemente era millonario.

"Querida Laura: Estoy viendo arder una iglesia cristiana en una aldea cercana a Ndola. La gente no hace nada, sólo mira inquieta, atemorizada. Lleva horas ardiendo. Me duele el alma, pero creo que debo irme. Tu primo que te quiere, Samuel".

Pocos días después de cumplir los cuarenta años, recibí la última postal del primo Samuel. Decía:

"Querida Celia: Espero que te hayan gustado mis postales. Me encuentro en un hospital alemán muy bonito (mira la foto), y me han dicho que voy a morir pronto. He dedicado mi vida entera a conocer el mundo, y lo cierto es que sigo sin comprender nada, pero me lo he pasado en grande. En una ocasión estuve en Madrid, y vi a unos papás pasear a una niña con una mirada muy inteligente. Los seguí hasta su casa, anoté la dirección y te he escrito durante treinta y seis años. Espero haber adivinado tu nombre en alguna de las postales. Tu primo que te quiere, Samuel."


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