09 julio 2007

- basura -

De la sonrisa cocodrila al pie delicado y formidable, era toda mujer tenaza, implacable, de la que abraza sin prisa y no suelta su presa. De la calle subía el olor meloso a basura, el estruendo del camión hacía vibrar los pliegues de la falda tibetana. Él pensaba que la basura de cada uno apesta diferentemente, pero la conjunción de todas siempre rezuma el mismo aroma empalagoso. Ella, mientras, le serpenteaba, su aliento era frongo, su nuca de incienso, el tatuaje de su pie crimpaba.

"Tus textos no están mal del todo", dijo.
"Me da igual", dijo él, "escribo para mí".
"¿Por qué los publicas entonces?".
"Eres odiosa".
"Publica un texto obviamente malo; así te creeré".

Cada halago es un vínculo, una dependencia.
Quiso desvincularse, independizarse.
Brilló poco y se diluyó.
¿De qué modo contribuyó su basura al hedor dulzón?



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