12 julio 2006

- no duelos, no quebrantos -

Otra noche se ha deslizado gratamente hasta un final plácido, apenas pasadas las dos, vagamente etilizado, reconfortado por la presencia del siempre grande A.

En el Teatro Real, sorprendido por la zarzuela, un género que me es un tanto ajeno. Gracias a A, me reconcilio con él. A es una persona que te reconcilia con el mundo. Paseando por los pasillos del Real, riéndonos absurdamente del restaurante de aspecto putero, de las alfombras, de los pelos engominados, de los precios abusivos.

En Casa Marta, hartos hasta reventar de duelos, quebrantos y otros peces; queso, membrillo; y Cune, tanto Cune, demasiado Cune.

Y finalmente el Bogui Jazz, un lugar al que ir a diario. Un trombón magistral, el aire vibrando, la concurrencia entusiasmada. Se trataba de una blues jam session, arrancada por una cantante extraordinaria cuyo nombre no retuvimos, de voz arrulladora, ojos brunos y pechos sesgos y encrespados.

Ante nosotros, dos lesbianas última moda, con sombrero garçon, microcoletas, serpenteando en sus sillas al ritmo del bajo eléctrico, preciosas de puro naïves. No podían sumar más de cuarenta años entre las dos.

Al filo de la medianoche, la llamada de Y, encantadora como todas las veces, divertidamente censora de nuestros comentarios que se pretenden ingeniosos pero son sólo patochadas. Y redescubro y reconfirmo las ganas de verla; ¡tanto tiempo!; impensable.

Y miro a mi alrededor...

Y miro a mi alrededor, y estoy relajado, en la mejor compañía, y el mundo es perfecto. El gran A, el teatro, buena cena, el Bogui, el cariño de Y, blues jam session, la noche, el verano, libros por leer...

¿Se puede pedir más? Siento gratitud, gratitud. ¿Cuántas vidas habrá que vivir para pagar las deudas de felicidad?



[Foto: Logo de Bogui Jazz, c/ Barquillo 29]